Ángeles Agrela en la Galería Ad Hoc (2004)

Izq. La Elegida nº 46, 2004 dibujo - papel 150 x 100 cm. Dercha. La Elegida nº 84, 2004 dibujo-papel 150 x 100 cm
Decía Robert Frank, a propósito de su primer largometraje Me and My Brother que en éste, todos los acontecimientos y personas son verdaderos: “Todo lo que no fuera verdadero es pura imaginación mía”. En cierto modo, podríamos aplicar esta aseveración al trabajo de una artista como ángeles Agrela (Úbeda, Jaén, 1966), que insiste en investigar las posibilidades del camuflaje y el artificio diría que a modo de estrategia irónica de resistencia.

Al fin y al cabo si hablamos de artificio lo hacemos de un predominio de la elaboración artística sobre la naturalidad, fingimiento a modo de camuflaje que siempre acompañó a esta artista. Agrela, consciente de cómo se evapora toda certidumbre en esta babel contemporánea donde no discernimos entre naturaleza y cultura, realidad y representación o entre verdad y ficción, coquetea con estos límites para ironizar sobre el papel y la visión romántica del artista, ya sea a través de una serie de grandes dibujos de máscaras en primerísimo plano que ahogan el papel y se nos presentan frontales, amenazantes, o a partir de un vídeo titulado Los héroes donde traza una comparativa con el artista entendido de modo nietzscheano, es decir, como superhombre poseedor de capacidades que lo llevan a aceptar un camino singular; el título de la exposición -La elegida- no puede resultar más explícito. Y todo a partir de un cáustico guiño al universo del cómic y de la cotidianeidad del pop, no sólo temáticamente sino también desde el punto de vista formal, como esa suerte de colorida historieta o viñeta que resulta de sus cuatro fotogramas de la obra Ajuste de cuentas, donde unos personajes escenifican una acción que, como no, remarcan una ficción, un amago.

David Barro

elcultural.es: 28/10/2004

 

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