PALACIO DE SÁSTAGO. Colección de arte contemporáneo Pepe Cobo

Pepe Cobo fundador de la La Galería Máquina Española

EL PALACIO DE SÁSTAGO RINDE HOMENAJE A LOS ARTISTAS CONTEMPORÁNEOS A TRAVÉS DE LA GALERÍA DE PEPE COBO 

El Palacio de Sástago acoge, del 9 de marzo al 23 de abril, una exposición con más de sesenta obras, representativas del arte contemporáneo español e internacional de los 80 y 90, y que abarcan la pintura, la escultura, la fotografía y la instalación.

El recinto expositivo presenta el largo trazado de un proyecto que ha contado para tan singular y comprometida singladura con viajeros como John Baldessari, James Lee Byars, Cristina Iglesias, Sophie Calle, Cindy Sherman, Willy Doherthy, Rafael Agredano, Fede Guzmán, Pepe Espaliú, Diango Hernández, Agustina Von Nagel, Joan Cardells, Willie Doherty, Juan Muñoz, Gonzalo Puch, Guillermo Paneque, Barbara Ess, Juliao Sarmento, Cristino de Vera Reyes, Ibon Aranberri, Stephan Balkenhol, Ricardo Cadenas, Marcel Marien, Zoe Leonard, Rinko Kawauchi o los jóvenes Mp&Mp Rosado, entre otros importantes nombres del arte español e internacional de la segunda mitad del siglo XX, muchos de los cuales se encuentran en este reconocimiento al trabajo de Pepe Cobo y a la trayectoria de una de las galerías más importantes de España. Un testigo excepcional y barómetro más que fiel de las alteraciones y transformaciones del arte de las dos últimas décadas.

La máquina y el maquinista

Federico Guzmán

Los años que transcurren desde 1982 hasta el emblemático 1992 se pueden considerar como los de la década más intensa en acontecimientos artísticos y culturales que ha vivido nuestro país. Un periodo en el que el arte español entró definitivamente en el mercado, aunque en muchos casos fue más bien atraído y preso del mercado. En esos años el arte contemporáneo despertó un inusitado interés en los foros internacionales, y consiguió los auditorios más multitudinarios y la mayor atención mediática de la historia del arte español del siglo XX.

En este contexto inicia su trayectoria La Máquina Española, una pequeña pero ambiciosa galería que pronto lleva su trabajo desde una vieja calle del Baratillo sevillano a los foros americanos y europeos más relevantes del arte en esos años. Art Basel, Chicago, la Fiac parisina, la recién inaugurada Arco, los Ángeles o Colonia acogen de la mano del sevillano Pepe Cobo a un nutrido grupo de artistas, en su mayoría andaluces, que vienen a conformar lo que se podría denominar como “tercera generación”; jóvenes artistas que van a coincidir con planteamientos y poéticas de muy distinta naturaleza con otras dos generaciones (la que acontece durante los años más duros del régimen y otra formada por artistas que comenzaban a madurar sus lenguajes y poéticas renovadoras cuando el régimen daba sus últimos coletazos). Éstos abordan con talantes muy diferentes la realidad, en un contexto marcado por las singulares circunstancias políticas y socioculturales que se viven en esos años en un país que había sufrido desde mediados de siglo numerosas convulsiones y que finalmente había conseguido en una modélica transición dar forma a un complejo sistema democrático que había iniciado el trayecto de la década abortando un golpe de Estado meses antes de instalar en el Casón del Buen Retiro madrileño el emblemático Guernica picassiano, una obra que se podría considerar otrora emblema de la división del pueblo español y desde su regreso símbolo inequívoco de modernidad y reconciliación de las dos españas machadianas.

Vista de la Exposición. Palacio de Sastago. Diputación Provincial de Zaragoza

Artistas como Rafael Agredano y Guillermo Paneque, referentes inequívocos e ideológicos de la singular revista Figura, nacida también en esos años y de vital importancia para entender algunos rasgos de la época; Ricardo Cadenas, Gonzalo Puch o Pepe Espaliú, artista éste último de especial importancia para el acontecer presente y futuro de la Máquina de Pepe Cobo, se convertirán en referente del arte andaluz del momento con contrastada aspiración internacional.

Estos jóvenes, que compartirán experiencia con otros artistas, para muchos de ellos verdaderos referentes de la contemporaneidad, alternarán los primeros años de la sala sevillana con artistas nacionales e internacionales como Luis Gordillo, Jean Knap, Rosemarie Troquel, José María Sicilia o Cindy Sherman, que abrirá meses más tarde la aventura madrileña de La Máquina Española, una sala joven y dinámica que además se implica en fomentar y asesorar la creación de nuevas e importantes colecciones de arte contemporáneo, algunas de las más significativas de España.

En el contexto eufórico del Madrid de los ochenta, la dirección de la máquina, su creador Pepe Cobo, baraja la posibilidad de convertir su nueva sede en un referente internacional de vital importancia en esos momentos. Junto a dos de los galeristas más celebrados del arte neoyorquino: John Weber y Brooke Alexander se da forma a la Galería Weber, Alexander y Cobo, por cuyas salsas pasará la obra de artistas internacionales de renombre como Robert Mapplethorpe, James Rosesquint, John Baldessari, Jasper Johns, Sol Lewit o Richard Tuttle, entre otros muchos.

Son años de optimismo, de animación desmedida, que pronto se precipitan hacia una realidad menos exaltada y meses antes de inaugurar los acontecimientos que pretendían mostrar al mundo una España nueva moderna y democrática: véase Olimpiada de Barcelona, la capitalidad cultural de Madrid o la celebrada Exposición Universal de Sevilla, las aguas artísticas son devueltas a su cauce y el optimismo se apaga sobre las cenizas del cansancio y la saturación artística que reclama como una “vuelta al orden”, a la serenidad, inmerso ya nuestro país en una anunciada y enunciada crisis económica que disipa en pocos meses el frenesí del mercado y todas las plusvalías que se entendía ofrecía el arte en esos momentos.

Ante esta nueva realidad se cierran las dos salas madrileñas y la Máquina pone en su trayectoria un hasta pronto, que no se hace esperar mucho entre proyectos de asesorías, consultorías, colecciones o iniciativas tan importantes como Hotel y Arte, una nueva apuesta de Cobo que devuelve a Andalucía al contexto del mercado artístico contemporáneo con inusitado interés y denodada vehemencia. A lo largo de un lustro Hotel y Arte se convertirá en un referente para numerosas galerías andaluzas y españolas que ponen todo su esfuerzo, y también su dinero, en ampliar las posibilidades del raquítico coleccionismo andaluz. Una medida que permite igualmente reflexionar sobre la importancia de proyectos como La Máquina Española, en un contexto tan poco favorable no sólo para el coleccionismo como para la emergencia de los lenguajes artísticos contemporáneos.

A finales de la década de los noventa y en un ambiente aparentemente más favorecedor una nueva aventura, esta vez como Galería Pepe Cobo, se pone en marcha en el sevillano Palacio de Monsalud. Una sala que se abre con el colosal Descarrilamiento del desaparecido Juan Muñoz, quien junto a Cristina Iglesias y Juliao Sarmento, inspira los inicios de este nuevo espacio, por el que hasta su marcha nuevamente a Madrid pasará la obra de Agustina Von Nagel, Andy Warhol, Federico Guzmán, Mp&Mp Rosado, Ann-Sofi Sidén o Glen Rubsamen, entre otros muchos. En la actualidad, la sala madrileña acoge uno de los últimos proyectos de Cristina Iglesias, y sigue siendo un referente en los más destacados foros internacionales como Art Basel, Art Basel Miami, Frieze, The Armory Show o los comités organizadores de ferias como Arte Lisboa o Arco.

Más de dos décadas de intensa actividad avalan ya la trayectoria de Pepe Cobo, muestra de la cual, a grandes rasgos, se despliega en estas salas renacentistas, a través de la obra de casi medio centenar de artistas, testigos de una época que se inició a mediados de los ochenta a la orilla de un sueño y que despertó de una profunda resaca para elaborar nuevos lenguajes que irrumpen con fuerza en el panorama nacional e internacional y a los que la Máquina ha estado siempre sensible y atenta.

El trazado de esta exposición, nacida desde el compromiso y entrega profesional de un galerista al arte de nuestros días, está marcado por el eclecticismo y el individualismo. Muchos son los actores que se despliegan en este gran escenario. Desde algunos artistas españoles que abandonaron ya ese perfil de compromiso social y político que desde el nacimiento de las vanguardias de posguerra había acompañado al arte español contemporáneo, esta avanzadilla, ya libre y despojada de sentimientos patrióticos, proyecta, de manera general y con vinculación internacional, una obra abierta a influencias más externas que internas, que se han ido incorporando de manera fragmentaria y sin muchos complejos a los lienzos, esculturas, proyecciones o instalaciones. Y lo hacen “como expresión directa, dejando tras de sí la pena y el sentimiento de culpabilidad del ser, de manera permanente, síntoma directo de su contacto con el mundo”, como recoge el texto programático de la transvanguardia enunciada por Bonito Oliva, desde la que se podría decir fue la estación inicial desde la que partió el viaje de esta inigualable máquina española y su maquinista hasta esta maravillosa estación del Palacio de Sástago.

(08/03/07). Palacio de Sástago

Diputación Provincial de Zaragoza

http://www.dpz.es

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