Ramón David Morales: «Intento hacer una obra reflexiva, que te mira a los ojos»

Ramón David Morales junto a una de sus obras expuestas en la galería Cavecanem. J.C. RANGEL

Forma parte de un colectivo local de jóvenes creadores que apostaron en los albores de su trayectoria profesional por vulnerar las normas del mercado artístico. Ante la desorientación y desánimo que suele hacer mella entre las promociones de estudiantes recién salidos de la Facultad de Bellas Artes, adoptaron una actitud contestataria que les hizo ir cultivando la constancia y confianza en la propia obra, además de poner en marcha una iniciativa arriesgada que ha demostrado su solvencia con cuatro años ya de historia: Sala de Estar (C/ Trajano, 44, 1º B). Junto a Mª José Gallardo, Ramón David Morales, es uno de los miembros fundadores de este espacio artístico ajeno a los parámetros comerciales, en el que ha tenido cabida tanto la obra de creadores consagrados como la de artistas noveles.

Con la exposición «Mi camiseta blanca manchada de pintura negra», que se exhibe en la galería Cavecanem (C/ Martínez Montañés, 31), Ramón David Morales se presenta por primera vez de forma individual en una galería con una serie de creaciones, una veintena de pinturas y doce esculturas, en las que se aprecia un importante salto cualitativo frente a anteriores producciones.

En esta exposición queda al descubierto un aspecto inédito de la producción de Ramón David Morales: la escultura. Estos trabajos escultóricos, realizados en madera policromada, fueron gestados durante el primer semestre del presente año con motivo de la beca que le fue concedida al artista en la Fundación Bilbao Arte. Esta oportunidad propicia el acceso por parte de Ramón David Morales a los medios necesarios para desarrollar una faceta creativa que no había explorado hasta el momento. «Actualmente, se trabaja muy poco la escultura, ya que los artistas suelen decantarse por otros medios, como la instalación, para realizar trabajos de ocupación del espacio. Desde hace tiempo, tenía ganas de trabajar la escultura, pero aún no se habían dado las circunstancias adecuadas, ya que me exigía recursos materiales de los que no disponía. Cuando tuve estos medios a mi alcance, elegí la madera porque tiene unas características muy especiales en cuanto a apariencia, textura, peso, movilidad», explica el creador sevillano.

El paso a la escultura abre nuevos horizontes expresivos y facilita el tránsito de su lenguaje figurativo hacia el terreno al que siempre había aspirado, el de las tres dimensiones. En virtud de esta combinación entre las creaciones pictóricas y las piezas escultóricas, los elementos propios del imaginario de Ramón David Morales consiguen zafarse de los límites del cuadro para quedar puestos al alcance del espectador. «Considero que la introducción de las esculturas hace más atractiva a la exposición. La pintura se convierte en una trampa visual para el espectador y la escultura es el cepo», afirma.

Ambos medios manifiestan su aspiración a la interactividad por parte del público, deseo que queda especialmente de manifiesto en el caso de estas esculturas, a las que el propio autor califica como «piezas domésticas, una especie de juguetes gigantes que piden, de algún modo, ser manipulados por el espectador».

Las pinturas que se presentan, una colección de más de una veintena de piezas de pequeño formato y dos óleos de grandes dimensiones, realizadas durante este pasado verano, son las páginas visuales en la que el artista va relatando sus historias de ficción. A caballo entre la tradición y la modernidad, personajes bizarros se desenvuelven en circunstancias extrañas con perfecta naturalidad.

Para desarrollar sus tramas expresivas, Ramón David Morales se sirve de la reinterpretación de temas clásicos de la pintura, como el paisaje, el bodegón, la figura humana. Este señuelo de ideas simplificadas propicia el tránsito hacia lecturas más complejas. «Cuando veo la obra de otros artistas, siempre me gusta que sean capaces de sorprenderme con cada nueva producción. En mi caso, trato de hacer una obra reflexiva, que te mira a los ojos. Utilizo el estilo como una herramienta más para ser capaz de contar cosas diferentes».

Laura Fajardo

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