RORRO BERJANO. La casa de Olofï

RORRO BERJANO. La casa de Olofï

“La casa de Olofï ”

Con este título se presenta una nueva serie del joven artista Rorro Berjano ( Mérida 1979) que tiene como tema fundamental un conjunto de experiencias vividas por el artista en un reciente viaje a Cuba. Y teniendo en cuenta que en Cuba hay una fuerte sincretización y convivencia entre religiones como la cristiana y todo el complejo mundo animista, más bien hay que entender esta serie como la consecuencia más reciente de toda la obra de este autor, dado que desde sus comienzos siempre ha habido referencias a divinidades procedentes de religiones politeístas africanas y en especial del animismo y santería.
Al artista siempre le atrajo la cultura cubana, una cultura que no elude a los contrastes y que permite que en un mágico proceso de metamorfosis, El Niño de Atocha, se sincretice con el Dios Elegüa  “que abre los caminos” o que el Dios cristiano se rebautice con el nombre de Olofï, y su santuario sea la casa del santero con su particular  altar  y ritual.

Convive pues en su obra, como en Cuba, la presencia de la religión cristiana con el animismo y la santería. La iconografía cristiana supondría lo preestablecido, lo que viene impuesto por la tradición icnográfica y adecentado con las  huellas del clasicismo y la proporción.  Su adaptación sudamericana y su interpretación por el animismo reinventando esos modelos y adaptándolos a su tradición, es el mismo proceso de transformación que el artista expresa en su figuración creando unas imágenes nuevas que ya no son ni una cosa ni otra.

Cada Santo, cada divinidad tiene su parangón en el cristianismo caribeño así como en su justificación y  equiparación con la religión preexistente, de fuerte sabor africano. Inolvidable la estampa de esas ingenuas representaciones de la Virgen de raza negra, realizadas por artistas nativos intentando ensamblar una nueva iconografía con su particular plástica. Pues bien, aquí tenemos un paralelismo con la obra de Rorro y es que esa ingenuidad que antes bebía de la pintura de los niños amplia ahora su influencia en la imaginería y la pintura sudamericana del barroco.

Desde el S. XVI en Iberoamérica las imágenes religiosas se han ido adaptando a ciertos hábitos plásticos, estéticos y conceptuales, gracias a los cuales se han ido filtrando los estadios culturales anteriores a la llegada de los colonizadores. Hoy nosotros, como si de un tótem se tratara, creamos espacios para las obras de arte, las iluminamos, nos detenemos silenciosamente a contemplarlas… En  este autor esta  significación de la obra como algo mágico, que posee magia, se refuerza al tener como hilo conductor el mundo de las divinidades y por tanto de las fuerzas de lo desconocido y lo intangible.
Será por eso que sus obras quieran resucitar ese impacto visual de lo preindustrial, antes de la llegada de  los medios de comunicación y del mundo de los museos, y lo hace de manera personal, como los cubanos le enseñaron, sin prejuicios, desentendiéndose de todos los postulados morales, estéticos  y artísticos  que puedan asaltar.

En las obras de esta serie, planteadas tras una estancia en Cuba, se aprecia una pervivencia de lo abigarrado en las composiciones, aunque se incrementa la presencia del dibujo sin que por ello la pintura quede relegada, esa pintura de colores puros en amplias manchas fuertemente contrastadas donde se impone casi el trance. En esta nueva serie la elección del color se justifica con afinidad a la divinidad representada.

Quedan patentes desde sus comienzos en el 2000 los paralelismos entre el pintor y el guerrero Shango, y sigue siendo una revivificada constante  en la que ahora ese guerrero puede llegar  a entrar en un trance sumiéndose en un ambiente chamanico, agudizando así un gusto por lo subjetivo y la necesidad de seguir creyendo desmesuradamente en la intuición durante el proceso de creación. A pesar de esto es posible encontrar una mayor presencia de lo narrativo a través del dibujo para representar a menor escala escenas eso si sin ceñirse al marco, extendiéndose libremente y encajando piezas de gran formato que precisan de una lectura general y una visión en detalle a la hora de ponernos frente a ellas.

 Es común en nuestros ancestros asociar conceptos con imágenes. En esto las religiones de todos los tiempos han coincidido y esto denota el éxito de dicha combinación. Se personifican las fuerzas de lo desconocido, se hacen entendibles, se borran las herejías de nuestra imaginación y con ellas el miedo se tamiza, se hace palpable y tangible. Esta magia que se produce entre el hombre y la  imagen se funde con fuerza en la encrucijada creativa de Rorro Berjano (Mérida, 1979). Una obra repleta de dualismos puestos en tensión, de experiencias y utopías dentro de una revivida pintura carente de prejuicios y liberada de todo precepto formal. Dualidades no solo en el plano narrativo y simbólico de lo representado, sino también en las decisiones formales a la hora de ejecutar la obra. Decisiones que derivan desde lo oficial a lo urbano, entre la leyenda tribal y la retórica discursiva, entre la iglesia y la santería, entre la pintura como disciplina y la necesidad de terminar de  romper las cadenas  de la tradición.

Julio Criado. Noviembre 2004.

19 DE NOVIEMBRE AL 15 DE DICIEMBRE 2004.
INAUGURACIÓN VIERNES 19 NOVIEMBRE A LAS 21:00 H. FULL ART. SEVILLA

http://www.fullart.net

 

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