Mi obra está marcada por la nostalgia que el pasado provoca en algunos humanos. Me encanta buscar en cajones y encontrarme con antiguas fotos, realmente no estoy segura si las encuentro o si ellas me encuentran a mí.
Tienen un enorme poder de atracción, y puedo quedarme horas mirándolas, porque me gusta imaginar que estaba pasando en ese instante que a veces se escapa a la memoria.
Ellas dan pie a una posible narración, la que tú quieras, puedes suponer miles de historias.
Me gusta trasladarme al pasado, indistintamente si es familiar o es anónimo. Y moldearlo a mi antojo, e inventarme un espacio atemporal donde puedo jugar con lo que fue y lo que pudiera haber sido.
Entonces surgen infinidad de contradicciones entre la nostalgia y la realidad de una época. Una época en la que la educación estaba marcada por unos valores que contribuían a divinizar a la mujer como esposa y madre. Mujeres cuya “misión” y cuyos “deberes” se adscribían definitivamente al ámbito de la domesticidad.
En las escuelas de las que hablo, las niñas cursaban asignaturas como “labores propias del sexo”, “elementos de dibujo aplicado a las mismas labores” o “nociones de higiene doméstica”. Sus libros de textos tenían nombres como: la ciencia de la mujer al alcance de las niñas o principios de urbanidad y decoro propios del bello sexo, dando origen a una particular pedagogía que se ha llevado a cabo hasta hace relativamente poco tiempo, y que ha sido sufrida por aquellas que me precedieron.
Las imágenes de mis cuadros pertenecen a un imaginario social, con el que todos nos identificamos de alguna manera, y nos revelan que cualquier tiempo pasado no fue mejor.
Detrás de esos retratos en blanco y negro, se esconden las contradicciones que descansan en los planteamientos de una cultura y que a través de la tradición, nos afectan todavía hoy.
Gloria Martín
Texto para la exposición
“Del Lado de la Sombra”, Espace Croix Baragnon, Toulouse, Junio de 2007